Hubo un día en el que todas las cartas de los restaurantes de España despertaron con una tarta de queso en sus filas. Pero no cualquier tarta de queso. Era la misma tarta de queso, al horno, con el interior ya no meloso: sin cuajar.
Esta tarta, cuyo origen se atribuye al restaurante La Viña, en San Sebastián, data de los años 90 del pasado siglo, pero se ha extendido como una plaga en los últimos años. Parece que una carta de postres no es nada si no tiene esta tarta. Y cuanto menos cuajada esté, mejor.
El pasado diciembre, The New York Times consagró el postre como uno de los sabores de 2021. Más que un trampolín a la fama, salir en el todopoderoso periódico neoyorquino supone la constatación de que la receta en cuestión es ya historia: se va a copiar en todo el mundo, en gran parte mal, y vamos a acabar aburridos de ella. Y así ha ocurrido, de la noche a la mañana.
La tarta de queso era uno de mis vicios particulares: siempre que estaba en una carta la pedía. Y hubo un tiempo, antes del viñacalipsis, que podías encontrar de todo: tartas frías, más parecidas a la quesada, de estilo cheesecake estadounidense... Pero se acabo. Ya paso de pedirla:estoy harto de la tarta de queso. Y no soy el único.
Dejad de copiaros, por favor
El problema, como siempre, es que cuando algo se pone de moda hay un intento por ir más allá de lo razonable, que es lo que nos lleva a este absurdo de encontrar tartas de queso que parecen tortillas de Betanzos.
Lo peor de esta moda insoportable no es tanto que las cartas se hayan llenados de tartas de queso, algo que incluso podría celebrar, es que son todas iguales. Y se están dejando de lado muchos estilos de tartas de queso igual de interesantes.
“Las tendencias virales anulan la existencia de otros pasteles de queso, como el estilo germánico (Käsekuchen) tartas frías o postres más nuestros como la quesada o el flaó o el flan de queso, delicias a reivindicar y recuperar”, apunta Fuchs.
Puestos a recuperar postres tradicionales, bien podrían volver a las cartas elaboraciones clásicas como la tarta al Whisky –un postre que se remonta a los clásicos bizcochos borrachos, y que bien hecho puede ser una delicia–, la tarta San Marcos o el tocino de cielo. Aunque este último, me asegura Montes, parece estar recuperándose: “Llevamos 25 años haciéndolo es el tocinillo de cielo, y eso nunca salió de la carta desde el 94, porque tenía una receta familiar. Pero está empezando a volver. Yo que sigo restaurantes en Instagram cada vez lo veo más”.
2031, sabor del año para The New York Times: sky bacon.
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